Enfermedades en Lima, 1821

Valdés, José Manuel (1827). Memoria sobre las enfermedades epidémicas que se padecieron en Lima el año de 1821 estando sitiada por el Ejército Libertador. Lima: Imprenta de la Libertad por J. Masías.

La medicina, al igual que todas las artes y ciencias de la humanidad, pasó por varias etapas de desarrollo a lo largo de la historia. Hoy afronta el reto de derrotar la pandemia de COVID-19, cuyos números van en constante aumento. Pero esta situación no es nueva en la historia del Perú: la medicina de comienzos del siglo XIX tenía que enfrentar sus propios problemas y limitaciones. El folleto publicado en 1827 por el doctor José Manuel Valdés, Memoria sobre las enfermedades epidémicas que se padecieron en Lima el año de 1821 estando sitiada por el Ejército Libertador, es un testimonio de primera mano sobre cómo se experimentaron las enfermedades en los albores de la guerra de independencia peruana.

El texto, redactado a modo de diario de medicina, es una narración compleja sobre las vivencias, opiniones y análisis de casos médicos realizados por el autor, el cual reflexiona sobre los principios de la medicina del siglo XIX en relación con las teorías más preponderantes de su tiempo.

Durante este periodo de la historia es necesario recordar que estaba en vigencia la teoría humoral y la teoría miasmática de la salud. La teoría humoral proponía que la salud estaba basada en el equilibrio de los fluidos del cuerpo (homeostasis), conjunto de ideas que tuvo su origen en la antigua Grecia con Hipócrates, padre de la medicina occidental. Por su parte, la teoría miasmática proponía que los males y enfermedades que aquejaban a los hombres eran causados por elementos en su medio ambiente, como las miasmas, los cuales se esparcían a través del ambiente por medio de influjos como la suciedad, los cuerpos muertos, aguas estancadas y otras sustancias. Esta teoría fue expuesta por Thomas Syndenham en el siglo XVII y permitía explicar el origen de las epidemias desde la mirada de la sanidad urbana y el cuidado personal.

A diferencia de las dos anteriores, la teoría microbiana se desarrollaría recién en la segunda mitad del siglo XIX, la cual ofrecía curas más adecuadas para males más precisos a través del estudio de los microorganismos; paradigma de la medicina que ha seguido evolucionando con el descubrimiento del genoma humano y el hallazgo de los priones en los siglos XX y XXI.

A pesar de sus limitaciones, la medicina del revolucionario siglo XIX tenía el reto de curar enfermedades en contextos críticos, como lo fue la guerra de independencia peruana. Dentro de la narración de Valdés podemos hallar referencias a la epidemia de fiebre amarilla que asoló Lima en 1818, los constantes males gastrointestinales que afectaban a la población con enfermedades como el cólera y otro conjunto de infecciones que se traducían en diversos síntomas como pústulas y anginas. El doctor reflexiona sobre los tratamientos médicos y su posible efectividad en pacientes tanto de América como de Europa, concluyendo con la posibilidad de que existan factores como el clima, las estaciones y los humores que influyan de manera directa en el desarrollo de las enfermedades.

Para el año 1821 el clima político en el Perú era agitado y nebuloso, con el desembarco de las tropas independentistas y el fracaso de las negociaciones con los realistas. Iniciándose así el sitio de Lima, las tropas patriotas tomaron las regiones adyacentes a la Ciudad de los Reyes y la dejaron desabastecida de recursos por casi 10 meses. Valdés nos relata que, en este contexto de incertidumbre, los productos de primera necesidad sufrieron un aumento de costo muy elevado, al igual que los insumos necesarios para producir medicamentos para tratar a los pacientes, por lo que muchos de ellos fallecieron y otros vieron complicada su salud conforme fue avanzando el paso del tiempo. La escasez de alimentos forzó a las personas a consumir comida en mal estado, produciendo enfermedades gastrointestinales, disentería e intoxicación.

Añadirle a todos estos males la constante angustia y el miedo a que la ciudad de Lima sea saqueada e invadida por las fuerzas patriotas, temiéndose que la guerra terminase con un final trágico. Estos miedos concluyen aparentemente con la proclamación de independencia el 28 de julio 1821 y continúa el reto del médico del siglo XIX de enfrentar las futuras epidemias con curas tan alternativas como el hielo, la quina y los eméticos.

Este y más detalles en el puño y letra del médico patólogo y terapeuta José Manuel Valdés, quien además se desempeñó como catedrático de medicina en la Universidad San Marcos y profesor de patología y terapéutica en el Colegio de la Independencia.

Existencias digitalizadas:

Vacunación

A partir de creación de la vacuna antivariólica en 1796 por el médico inglés Edward Jenner, la viruela, que había hecho grandes estragos en la población andina, inició una larga pero exitosa contención a nivel mundial. La Corona española ordenó que se propalara la vacuna por todo el imperio, formando para ello en 1802 la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, dirigida por los médicos Francisco Javier Balmis y José Salvani. Esta fue una de las expediciones sanitarias más significativas de la historia y, si bien duró desde 1803 hasta 1810, sus impactos fueron bastante más prolongados. La Real Expedición partió de Coruña en 1803, llegando la vacuna a Lima en 1805, siendo virrey del Perú Gabriel de Avilés y del Fierro, en cuya memoria se anotó los acontecimientos respecto al “descubrimiento de tan admirable invento” (Romero, 1901, p.36).

Sin embargo, y a pesar de los exitosos resultados, la inoculación de la vacuna fue rechazada por importante sector de los habitantes americanos. Por ejemplo, el viajero francés René Primevere Lesson (1971), quien visitó el Perú en 1823, señaló lo siguiente sobre la vacuna en Piura:

La viruela de la gente de la región [de Piura] hace estragos tanto más grandes entre los niños, cuanto que los naturales sienten gran repugnancia por la vacuna: ese preservativo no es empleado sino en las grandes ciudades, y sólo por los descendientes de europeos (p. 294).

A inicios de la República, la inoculación de la vacuna a los habitantes del territorio fue encargada a los curas, tenientes curas y a los miembros de los conventos de regulares designados por sus prelados. Ello fue oficializado por decreto del 16 de febrero de 1822 del supremo delegado Torre Tagle. Además, el decreto creaba el cargo de Inspector de Vacuna, el cual apoyaría a los párrocos en dicha tarea.

Existencias digitalizadas:

  • Lesson, René Primevere P. (1971). Situación del Perú en 1823. En E. Núñez (ed.), Colección Documental de la Independencia del Perú. Tomo XXVIII: Relaciones de Viajeros, Vol. 2 (pp. 339-401). Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.

Créditos: Biblioteca Nacional del Perú, Internet Archive, Google Books, HathiTrust.

Elaborador: Varas Campos, Daniel

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