A mediados de 1820 el agustino boliviano José Calixto de Orihuela, obispo titular de Calama y administrador apostólico de la Iglesia del Cusco, publicó un manifiesto dirigido a los fieles de dicha iglesia, titulado Carta pastoral sobre las obligaciones del cristianismo, y la oposición de éste al espíritu revolucionario de estos últimos tiempos. Sus páginas argumentan en favor de la “obediencia, sujeción, subordinación, dependencia”, categorizando al “espíritu revolucionario” (refiriéndose a las acciones del ejército patriota) como una actitud propia del “anticristo o anticristiano”, pues “se hace enemigo de nuestro Señor Jesucristo […] todo el que afecta y clama libertad, insujección, rebelión, independencia”. De cierta forma, con ello se plegó a las presiones del Virrey. 

Sin embargo, para 1825, la postura de Orihuela era otra. En una publicación de 1825, titulada Carta pastoral que sobre el nuevo Estado del Perú, y sentimientos que en cuanto a él, se deben tener, el obispo reconoció la capitulación de Ayacucho. Calificó el triunfo de Bolívar como un bien querido por dios, plegándose a la presión del nuevo gobierno. 

Poco duró la sumisión de Orihuela, puesto que fue acusado posteriormente por el prefecto del Cusco Agustín Gamarra de deslealtad, siendo obligado renunciar a la diócesis en 1826. La correspondencia entre el prefecto y el obispo fue publicada en Lima en 1825 y reproducida por Alberto Tauro del Pino en 1952.

Existencias digitalizadas:

Créditos: Google Books, Instituto Riva Agüero, Internet Archive de Fuentes Históricas del Perú.