Frezier, A. F (1716). Relation du voyage de la Mer du Sud aux côtes du Chily et du Perou, Fait pendant les années 1712, 1713 et 1714. París: Chez Jean-Geoffrey Nyon, Etienne Ganeu, Jacque Quillau.

La ciudad de Lima no solo fue la capital religiosa y política del Virreinato del Perú, sino, en palabras del viajero francés Amedée-François Frezier (1682 – 1773), un “depósito de los tesoros del Perú” (Frezier, 1982, p. 191). Este científico francés anotó sus impresiones sobre Lima en 1713, quien estuvo en Chile y Perú como comisionado del rey Luis XIV para estudiar las defensas militares locales. Ello lo llevó a publicar en París en 1716 su Relation du voyage de la Mer du Sud aux côtes du Chily et du Perou, Fait pendant les années 1712, 1713 et 1714, reimpresa en dos tomos en Ámsterdam al siguiente año. Fue traducida al inglés e impresa en Londres también en 1717 y al holandés en 1718. Existe una traducción al español de Nicolás Peña M. e impresa en 1902 en Santiago de Chile, aunque solo de los pasajes relacionados a Chile. Una traducción completa al español fue editada por Biblioteca Ayacucho en 1982. El texto contiene una importante cantidad de grabados y material cartográfico.

Al igual que la mayoría de los observadores contemporáneos, Frezier quedó encantado con las flores y árboles frutales que adornaban cada manzana de la ciudad de Lima, así como con las ornadas fuentes que servían como lugares de reunión para que los limeños pasearan, se jactaran, discutieran de política, flirtearan o celebraran.  No satisfecho con ello, se expresa con exaltación de las féminas limeñas que, no contentas con la riqueza de las más bellas telas, se adornan con prodigiosas cataratas de encajes, y son infatigables en su deseo de tener perlas y pedrería para brazaletes, pendientes y otros adornos (Van Deusen, 2007, p. 245). Tal y como lo menciona Frezier en su Relación:

Hombres y mujeres son igualmente dados a mostrarse magníficos en su atavío; las mujeres, no contentas con la riqueza de las más hermosas telas, las adornan a su manera con una prodigiosa cantidad de puntillas, y son insaciables con las perlas y las pedrerías, con los brazaletes, zarcillos y otros accesorios, que cuestan mucho y arruinan a los maridos y a los galanes. Hemos visto damas que llevaban sesenta mil pesos en joyas sobre su cuerpo, es decir, más de doscientos mil cuarenta libras. (Frezier, 1982, p.191)

Para mediados del siglo XVIII, puede apreciarse dentro de la indumentaria femenina limeña una combinación “más holgada” del traje:  una falda voluminosa y tableada a la altura de la pantorrilla y una camisa guarnecida con gran variedad de detalles y accesorios (principalmente encajes y perlas). Escenario distinto con la moda occidental en donde se observan aun los corpiños ajustados y rígidos, el uso del casaquín, así como de las largas basquiñas cubriendo los pies. Ambos conjuntos indumentarios, aunque difieren en ciertos detalles de construcción, son bastante cercanos en materia de silueta; puesto que fueron usados las mismas prendas de base; los armazones, cotillas y corpiños dieciochescos.

Frezier describe a este traje holgado como no muy susceptible a los cambios de moda; asimismo, expresa su tendencia al uso excesivo de adornos. El retrato de Juana de Rivera y Herbozo (ca. 1780 -1790) de Pedro José Díaz, resulta un buen ejemplo para ilustrar las descripciones, en materia del vestido, del científico francés.

Las mujeres, como ya dije, son la principal causa de esta situación; su vanidad y su sensualidad las vuelve insaciables en materia de adornos y de buena mesa. Aunque la manera de vestirse sea por sí misma bastante sencilla y poco sujeta al cambio de modas, gustan mostrarse magnificas a cualquier precio que sea, aun en los lugares más ocultos. Hasta las camisas y unas enaguas de tela llamada fustán, que llevan habitualmente, está abierta por delante y bordeada por una triple hilera de puntillas, de las cuales las del centro son de oro y plata; extraordinariamente anchas, y están cosidas sobre galones de seda que terminan los bordes. Cuando llevan un pequeño delantal se trata de dos o tres bandas de tela de oro y plata cosidas con puntillas. (Frezier, 1982, p. 221)

Retrato de Juana de Rivera y Herbozo / ca. 1780-1790 / Pedro José Díaz / Óleo sobre tela / Museo de Arte de Lima, Donación Luis Alfredo Malatesta Anderson e hijos.

Las formas de la silueta femenina, además, dejaron de enmascararse para mostrarse con total naturalidad. En particular nos referimos al escote y al busto:

Llevan el seno y los hombros medio desnudos, a menos que los cubran con un pañolón que les cae por la espalda hasta la mitad de las piernas, que sirve en el Perú de mantillo y al que llaman gregorillo. Por otra parte, no pecan contra la decencia cuando se descubren el seno, que los españoles miran con indiferencia; pero por una ridícula extravagancia, gustan mucho de los pies pequeños, de los cuales hacen mucho caso, y por esta razón ellas toman gran cuidado en ocultarlos, de modo que es un favor mostrarlos, cosa que hacen con habilidad. (Frezier, 1982, p. 223)

También se observa el uso del chiqueador, un lugar de belleza hecho de seda o lienzo que se colocaba en las sienes y mejillas; el cual se deja apreciar en el retrato de Pedro José Díaz titulado Doña María Rosa de Rivera, Condesa de la Vega del Ren (Ca. 1785). Para el caso de Nueva España, estos alcanzarán enormes proporciones en la segunda mitad del siglo.

Retrato de Doña María Rosa de Rivera, Condesa de la Vega del Ren / ca. 1785 / Pedro José Díaz / Óleo sobre lienzo / Museo de Arte Jack S. Blanton, Texas.

Dentro de cada región, pueblo o cultura existe una indumentaria histórica que es dueña de un relato propio, cuyo valor merece ser recuperado para salvarlo del olvido. A través de crónicas, registros notariales, retratos, grabados y diarios de viajeros como el del expedicionista francés Amedée-François Frezier, parte de la historia del traje limeño del del siglo XVIII puede llegar hasta nosotros.

«Carta reducida para la inteligencian del viaje al Mar del Sur, con marcas de los lugares que se hablan en esta Relación, y las rutas para ir y venir […]».

Existencias digitalizadas:

  • Frezier, A. F. (1717). A voyage to the South-Sea and along the costs of Chili and Peru in the years 1712, 1713, and 1714. London: Printed for Jonah Bowyer. Acceso: Google Books.
  • Frezier, A. F. (1902). Relación del viaje por el Mar del Sur a las costas de Chile i el Perú durante los años de 1712, 1713 i 1714. Traducción de Nicolás Peña M. Santiago de Chile: Imprenta Mejía. Acceso: Memoria Chilena
  • Frezier, A. F. (1982). Relación del viaje por el Mar del Sur. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Acceso: Biblioteca CLACSO.

Referencias bibliográficas:

Frezier, A. F. (1982). Relación del viaje por el Mar del Sur. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Van Deusen, Nancy (2007). Entre lo sagrado y lo profano. La práctica institucional y cultural del recogimiento en la Lima virreinal. Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos.

Créditos:

Elaborador: Terreros Roldán, Daniella

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